Hoy quiero celebrar con todos vosotros el cumple de mi ciudad (800 años que cumplió ayer). Como la tarta tendría que ser de tamaño descomunal y podría provocar un incendio con tanta vela, os voy a contar un par de cosillas sobre ella.
Hace 8 siglos, Alfonso IX, Rei de León e Galicia, concedió a los coruñeses el privilegio de ser ciudad. Es decir, nos otorgó la carta puebla, lo que nos convirtió en ciudadanos libres, libres de cualquier dominio nobiliario y eclesiástico, sin más dependencia que la del rey.
Pero… ¿De donde viene el nombre de Coruña?
Existen varias hipótesis, pero yo os voy a contar la que más me gusta.
Para convertirse en un dios, Hércules debía superar doce pruebas. Una de ellas consistía en robarle el ganado a Gerión, gigante alado con tres cuerpos unidos por la cintura. Hércules (Heracles en griego, hijo del dios Zeus y de la mortal Alcmena) así lo hizo, y cuando Gerión lo perseguía, lo abatió mediante una flecha envenenada con la sangre de Hidra que atravesó sus tres cuerpos. En memoria de aquel gran triunfo, el héroe construyó un faro en el mismo lugar donde había enterrado la cabeza del gigante, ordenando tallar en el mismo los nombres de las personas que admiraran su obra. Dice la leyenda que la primera mujer que lo hizo se llamó Crunna, y que era tan hermosa como la ciudad a la que dio su nombre: Coruña.
Mi querida ciudad también es conocida como la Ciudad de Cristal o la Ciudad de los Tres Records, de los cuales dos son mundiales y uno europeo.
El primero, como no, el de la Torre de Hercules, por ser el faro más antiguo del mundo aún en funcionamiento (desde el siglo II).
El segundo se refiere a las galerías acristaladas de la Avenida de la Marina, lo que le da el nombre de Ciudad de Cristal, que constituyen el mayor conjunto acristalado del mundo. Estos blancos miradores acristalados de las antiguas casas de los pescadores fueron ideados originalmente para disponer de lugares soleados donde secar el pescado. A su vez, podían “vigilar” el tiempo y el puerto, y prepararse por si se avecinaba una tormenta.
Y el último record que tiene es el del mayor paseo marítimo de Europa (13 Km.) que bordea toda la península donde se sitúa la ciudad.
FELICIDADES GUAPA
domingo, 29 de junio de 2008
domingo, 15 de junio de 2008
CANCIONES
Yo también me voy a apuntar al tema de las canciones.
Hay muchas canciones que cuentan historias, vivencias, anécdotas, chistes… pero todas riman (más o menos). Yo voy a intentar escoger de vez en cuando una de ellas y cambiarla a prosa, sin ritmo alguno, para intentar formar una historia o un sentimiento con ella. El cambio no siempre será literal. Puede que lo haga tal cual dice la canción o cambie algunos puntos. Haré una especie de versión.
Sin más dilación os dejo la primera, pero recordar que estoy empezando, y que esto es un poquito difícil, ya que cuando intentas hacerlo se te viene la música a la cabeza y nada te gusta.
También os reto a que lo probéis vosotros este experimento y a que adivinéis la canción en la que me “inspiro”.
Ellos pueden ser de mil maneras. Altos, bajos, guapos o feos. Pero ellos son ellos.
Pueden ser a la vez buenos y malos. Todos ellos muy resistentes interiormente, pero sin arma alguna que les ayude a enfrentarse al exterior, a lo que se les viene encima. Algunos días están cansados, pero están hechos a prueba de balas. En ocasiones, según dicta su experiencia, pueden agrandarse hasta tocar la luna o encogerse para parecer aceitunas.
Con un simple gesto o una mirada cómplice son capaces de hacerte pasar un buen rato, transformando lo cotidiano en un momento especial. Saben coger el toro por los cuernos pero también saben correr para no encontrarse con otros en el infierno. Con su ternura te ayudan en los momentos bajos.
Siempre me rodean, aunque no estén presentes.
Parecen una corriente de rosas, que cuando los necesitas, pierden sus espinas.
Ellos son mis amigos.
Hay muchas canciones que cuentan historias, vivencias, anécdotas, chistes… pero todas riman (más o menos). Yo voy a intentar escoger de vez en cuando una de ellas y cambiarla a prosa, sin ritmo alguno, para intentar formar una historia o un sentimiento con ella. El cambio no siempre será literal. Puede que lo haga tal cual dice la canción o cambie algunos puntos. Haré una especie de versión.
Sin más dilación os dejo la primera, pero recordar que estoy empezando, y que esto es un poquito difícil, ya que cuando intentas hacerlo se te viene la música a la cabeza y nada te gusta.
También os reto a que lo probéis vosotros este experimento y a que adivinéis la canción en la que me “inspiro”.
Ellos pueden ser de mil maneras. Altos, bajos, guapos o feos. Pero ellos son ellos.
Pueden ser a la vez buenos y malos. Todos ellos muy resistentes interiormente, pero sin arma alguna que les ayude a enfrentarse al exterior, a lo que se les viene encima. Algunos días están cansados, pero están hechos a prueba de balas. En ocasiones, según dicta su experiencia, pueden agrandarse hasta tocar la luna o encogerse para parecer aceitunas.
Con un simple gesto o una mirada cómplice son capaces de hacerte pasar un buen rato, transformando lo cotidiano en un momento especial. Saben coger el toro por los cuernos pero también saben correr para no encontrarse con otros en el infierno. Con su ternura te ayudan en los momentos bajos.
Siempre me rodean, aunque no estén presentes.
Parecen una corriente de rosas, que cuando los necesitas, pierden sus espinas.
Ellos son mis amigos.
UNA TARDE DE VIERNES
Hoy termina la feria del libro. El viernes estuve allí. La verdad me impresionó mucho. No tuve la suerte de ver a ningún famoso como Álvaro, pero si vi a un ratón gigante firmando libros infantiles.
Después de cruzar el pasadizo del metro, esquivando caca de perro y todo, Me encontré de lleno en el Retiro. Nunca había estado en esa parte. Era una tarde agradable, soleada y con la temperatura adecuada para pasear, así que empecé a caminar. No había mucha gente, y la feria no estaba a la vista, así que instintivamente giré en un par de “rotondas” y me encontré en medio de casetas repletas de libros.
Ese olor. El olor a libros mezclado con el olor a naturaleza. Creo que lo que más me atrae de las bibliotecas y librerías, sin contar los libros, es el olor.
Empezaba mi aventura. Aparte de investigar en las casetas iba detrás de un libro que me habían recomendado: Las hijas de la luna roja, de Ángeles de Irisarri. Empecé a preguntar en aquellos cubículos llenos de libros. La respuesta de los libreros: Está descatalogado, no lo vas a encontrar, si quieres tenemos el último “La Artillera”.
Así una y otra vez. Pero llegué a una caseta casi al final del paseo regentada por un hombre joven. Volví a repetir:
- Hola, buenas tardes, ¿Tenéis Las hijas de la luna roja, de Ángeles de Irisarri.
- ¿Te gusta Ángeles de Irisarri?
- Pues aún no lo sé, me la ha recomendado un amigo
- ¿Tu novio?
- No, un buen amigo. Cree que puede gustarme.
- Espera un segundo - Estuvo mirando en su portátil y rebuscando en unas cajas que tenía debajo del mostrador - Pues no lo hemos traído, y en la tienda creo que no queda. Vamos a hacer una cosa – me dijo cogiendo una tarjeta – Este es el nombre de la tienda. Vete cuando quieras y si no lo hay te lo pedimos. Y… -Extendió su mano, cogió un marca-páginas y sacó de su bolsillo un bolígrafo – Mi nombre es Jose y este es mi teléfono. Llámame cuando quieras, y no tiene que ser ni en horario de trabajo ni por temas de libros. Si te apetece podemos tomar un café la semana que viene.
- Muchas gracias Jose – dije sonriendo un pelin nerviosa y cogiendo el marca-páginas – Mi nombre es Isa y… Me lo pensaré. – Sonreí un poco más y seguí mi camino.
No me lo podía creer. Había ligado. ¿Si?, ¿no?. No se. Mientras encajaba lo que me había pasado me compré 4 libros. Cargada con las bolsas me disponía a comprar algo de beber para sentarme en un banco y revisas relajadamente mis compras. Por el camino me paró un chico de una ONG para que diera una donación. Le explique que ya colaboraba con otras ONG. El chaval sacó un papel. “Te voy a poner la página Web para que le eches un vistazo, y mi nombre es Dani y este es mi numero de teléfono. Llámame cuando quieras para tomar un café y podemos charlar un rato.”
“Muchas gracias Dani. Mi nombre es Isa y te prometo que miraré la página Web.”
He vuelto a ligar…. ¡Pero justo con el mismo método! Debe de ser el que estaba de moda este año en la feria.
De todos modos me he ido con dos marca-páginas personalizados y con una subida moral que me ha sentado fenomenal.
El año que viene repetiré, para descubrir cual es el método nuevo de ligoteo y, si tengo suerte y lo aplican conmigo, os lo contaré.
Después de cruzar el pasadizo del metro, esquivando caca de perro y todo, Me encontré de lleno en el Retiro. Nunca había estado en esa parte. Era una tarde agradable, soleada y con la temperatura adecuada para pasear, así que empecé a caminar. No había mucha gente, y la feria no estaba a la vista, así que instintivamente giré en un par de “rotondas” y me encontré en medio de casetas repletas de libros.
Ese olor. El olor a libros mezclado con el olor a naturaleza. Creo que lo que más me atrae de las bibliotecas y librerías, sin contar los libros, es el olor.
Empezaba mi aventura. Aparte de investigar en las casetas iba detrás de un libro que me habían recomendado: Las hijas de la luna roja, de Ángeles de Irisarri. Empecé a preguntar en aquellos cubículos llenos de libros. La respuesta de los libreros: Está descatalogado, no lo vas a encontrar, si quieres tenemos el último “La Artillera”.
Así una y otra vez. Pero llegué a una caseta casi al final del paseo regentada por un hombre joven. Volví a repetir:
- Hola, buenas tardes, ¿Tenéis Las hijas de la luna roja, de Ángeles de Irisarri.
- ¿Te gusta Ángeles de Irisarri?
- Pues aún no lo sé, me la ha recomendado un amigo
- ¿Tu novio?
- No, un buen amigo. Cree que puede gustarme.
- Espera un segundo - Estuvo mirando en su portátil y rebuscando en unas cajas que tenía debajo del mostrador - Pues no lo hemos traído, y en la tienda creo que no queda. Vamos a hacer una cosa – me dijo cogiendo una tarjeta – Este es el nombre de la tienda. Vete cuando quieras y si no lo hay te lo pedimos. Y… -Extendió su mano, cogió un marca-páginas y sacó de su bolsillo un bolígrafo – Mi nombre es Jose y este es mi teléfono. Llámame cuando quieras, y no tiene que ser ni en horario de trabajo ni por temas de libros. Si te apetece podemos tomar un café la semana que viene.
- Muchas gracias Jose – dije sonriendo un pelin nerviosa y cogiendo el marca-páginas – Mi nombre es Isa y… Me lo pensaré. – Sonreí un poco más y seguí mi camino.
No me lo podía creer. Había ligado. ¿Si?, ¿no?. No se. Mientras encajaba lo que me había pasado me compré 4 libros. Cargada con las bolsas me disponía a comprar algo de beber para sentarme en un banco y revisas relajadamente mis compras. Por el camino me paró un chico de una ONG para que diera una donación. Le explique que ya colaboraba con otras ONG. El chaval sacó un papel. “Te voy a poner la página Web para que le eches un vistazo, y mi nombre es Dani y este es mi numero de teléfono. Llámame cuando quieras para tomar un café y podemos charlar un rato.”
“Muchas gracias Dani. Mi nombre es Isa y te prometo que miraré la página Web.”
He vuelto a ligar…. ¡Pero justo con el mismo método! Debe de ser el que estaba de moda este año en la feria.
De todos modos me he ido con dos marca-páginas personalizados y con una subida moral que me ha sentado fenomenal.
El año que viene repetiré, para descubrir cual es el método nuevo de ligoteo y, si tengo suerte y lo aplican conmigo, os lo contaré.
lunes, 2 de junio de 2008
ME GUSTA
Esta mañana lloviznaba un poco cuando estaba esperando el bus. Normalmente cojo siempre el mismo autobús, aproximadamente a las 7:30 de la mañana (algunos días se retrasa él y otros me retraso yo). Lo conduce un autobusero joven y con pinta de majo. Se que repito bus porque, aparte de las pintadas y el asiento quemado donde intento sentarme todos los días, tiene una característica especial: el marcador.
El marcador es ese letrerito luminoso que tiene el autobusero encima del cogote pero del otro lado del cristal. Indica la hora, temperatura y el stop. Dicho artefacto tiene un pequeño fallo. Nunca ha bajado de 39ºC ,y hoy marcaba 48º. Eso, en esta época del año, es requetemucho.
El calor de los autobuses urbanos es muy característico. Es como un bochorno, que tienes que aguantar con el abrigo y la bufanda puesta en invierno, porque como se te ocurra quitártelo, luego quieres ponértelo antes de bajar para no congelarte o mojarte y corres el riesgo de sacarle un ojo a alguien, como las señoras-vuelta armadas con paraguas (eso os lo cuento otro día) y el olor de ese calor húmedo es a tigre. Bueno, nunca he olido un tigre de cerca, pero si he estado en el zoo y es muy parecido a cuando te acercas al foso de las fieras.
En el bus me encuentro casi todos los días con la misma gente. Me suelo sentar con una señora mayor, que coge el bus una parada antes que yo (la mía es la segunda y ella no se sube conmigo, de ahí la deducción) y nos apeamos ambas en la misma (Torrejón city-centre) con nuestras compañeras de la derecha: madre e hija, que todos los días le pregunta a grito pelado si hoy van a ir al parque de los árboles, y voy a deducir que la niña se come los botones del abrigo, porque por lo menos una vez a la semana, la madre está cosiendo cuando yo me acomodo en mi asiento mullido y lleno de … También me acompañan la chica de los ponchos (tiene dos, y ya puede ir en tirantes o con una zamarra del ejercito que ella siempre va con uno de sus ponchos aparentemente made-in-feito-na-casa) dos adolescentes con la marca de la almohada en la cara, una rubia despampanante que siempre va con unos taconazos impresionantes, El hombre bajito de la cabeza sembrada de mechoncitos de pelo (puede que sea peluca, pero no estoy segura)… y alguno más que ahora se me escapa.
Pero hoy he “conocido” a una personita nueva. Bueno, personita pensaba yo. Aparentemente se subió una abuelita encantadora. Bajita, con su bolsón de ir al mercado y su pelo canoso tirando a lila. El bus iba a reventar, y como iba tan apabullada entre la multitud, le ofrecí mi asiento. Me sonrió gentilmente y me dijo: Gracias guapa, pero ya me bajo pronto. Hasta ahora todo bien. Pero las apariencias engañan… Aún no se como, miré hacia sus pies, y me encuentro a la abuela calzando unas pedazo de botas militares que me dieron miedo. Yo creo que hasta llevaban punta de acero camuflada, pero no me atrevo a asegurarlo. Su cara tornaba de expresión y hacía comentarios para el cuello de su blusa cada pocos segundos. Me relajé. Disfruté de la lectura de mi libro haciendo pequeñas pausas para ponerme disimuladamente la mano en la nariz a modo de filtro y respirar el agradable perfume de mi crema de manos.
Pero empezó. Tocaba bajar del bus. Justo una antes de la mía. Se hizo notar, vaya que si lo hizo. Empezó a molestarse en voz alta porque la gente le pedía que si por favor le dejaba bajar. Bueno, la que se armó. La señora dulce que se había subido al bus ya no estaba. En su lugar había una vieja loca meneando un bolso gigante lleno de sabe Dios que gritando a diestro y siniestro. Pero lo mejor fue cuando todo el bus se quedo en silencio admirando el espectáculo como si hubiera pasado un ángel (que contrariedad) y la señora grito a pleno pulmón… Y AÚN ENCIMA ABORÍGENES.
¡Esto es Madrid, y me gusta!
El marcador es ese letrerito luminoso que tiene el autobusero encima del cogote pero del otro lado del cristal. Indica la hora, temperatura y el stop. Dicho artefacto tiene un pequeño fallo. Nunca ha bajado de 39ºC ,y hoy marcaba 48º. Eso, en esta época del año, es requetemucho.
El calor de los autobuses urbanos es muy característico. Es como un bochorno, que tienes que aguantar con el abrigo y la bufanda puesta en invierno, porque como se te ocurra quitártelo, luego quieres ponértelo antes de bajar para no congelarte o mojarte y corres el riesgo de sacarle un ojo a alguien, como las señoras-vuelta armadas con paraguas (eso os lo cuento otro día) y el olor de ese calor húmedo es a tigre. Bueno, nunca he olido un tigre de cerca, pero si he estado en el zoo y es muy parecido a cuando te acercas al foso de las fieras.
En el bus me encuentro casi todos los días con la misma gente. Me suelo sentar con una señora mayor, que coge el bus una parada antes que yo (la mía es la segunda y ella no se sube conmigo, de ahí la deducción) y nos apeamos ambas en la misma (Torrejón city-centre) con nuestras compañeras de la derecha: madre e hija, que todos los días le pregunta a grito pelado si hoy van a ir al parque de los árboles, y voy a deducir que la niña se come los botones del abrigo, porque por lo menos una vez a la semana, la madre está cosiendo cuando yo me acomodo en mi asiento mullido y lleno de … También me acompañan la chica de los ponchos (tiene dos, y ya puede ir en tirantes o con una zamarra del ejercito que ella siempre va con uno de sus ponchos aparentemente made-in-feito-na-casa) dos adolescentes con la marca de la almohada en la cara, una rubia despampanante que siempre va con unos taconazos impresionantes, El hombre bajito de la cabeza sembrada de mechoncitos de pelo (puede que sea peluca, pero no estoy segura)… y alguno más que ahora se me escapa.
Pero hoy he “conocido” a una personita nueva. Bueno, personita pensaba yo. Aparentemente se subió una abuelita encantadora. Bajita, con su bolsón de ir al mercado y su pelo canoso tirando a lila. El bus iba a reventar, y como iba tan apabullada entre la multitud, le ofrecí mi asiento. Me sonrió gentilmente y me dijo: Gracias guapa, pero ya me bajo pronto. Hasta ahora todo bien. Pero las apariencias engañan… Aún no se como, miré hacia sus pies, y me encuentro a la abuela calzando unas pedazo de botas militares que me dieron miedo. Yo creo que hasta llevaban punta de acero camuflada, pero no me atrevo a asegurarlo. Su cara tornaba de expresión y hacía comentarios para el cuello de su blusa cada pocos segundos. Me relajé. Disfruté de la lectura de mi libro haciendo pequeñas pausas para ponerme disimuladamente la mano en la nariz a modo de filtro y respirar el agradable perfume de mi crema de manos.
Pero empezó. Tocaba bajar del bus. Justo una antes de la mía. Se hizo notar, vaya que si lo hizo. Empezó a molestarse en voz alta porque la gente le pedía que si por favor le dejaba bajar. Bueno, la que se armó. La señora dulce que se había subido al bus ya no estaba. En su lugar había una vieja loca meneando un bolso gigante lleno de sabe Dios que gritando a diestro y siniestro. Pero lo mejor fue cuando todo el bus se quedo en silencio admirando el espectáculo como si hubiera pasado un ángel (que contrariedad) y la señora grito a pleno pulmón… Y AÚN ENCIMA ABORÍGENES.
¡Esto es Madrid, y me gusta!
domingo, 1 de junio de 2008
ESE CLAVO
Se encuentra mal.
Se encuentra mal o simplemente no se encuentra.
No se encuentra definitivamente.
Los que la conocen no la ven cuando la miran, y ella misma cuando se mira al espejo no sabe quien es.
Ella no es ella.
En estos momentos está dormida. Dormida por un veneno que no es mortal segregado por un clavo del cual nadie sabe el material.
La dolencia que le ocupa y no la deja salir de ese maldito lugar es un algo que mucha gente ha experimentado y de lo que no te puedes librar.
Era la segunda vez que dejaba todo atrás y empezaba de nuevo.
Otra vez le había salido mal.
Ahora sueña con despertar y empezar de nuevo, pero no sabe si lo conseguirá. Las otras veces fueron muy duras.
Oculta su tristeza con una sonrisa de oreja a oreja, pero le delata su cara cuando sus ojos miran para otro lado. Esa mirada ausente, que no da replica a la pregunta pertinente. Ni siquiera contesta a los ataques machistas que la rodean. Ella, que no es feminista, pero no se rinde ante el machismo. Que siempre tiene algo que decir, cuando lo requiere el momento, dejando con su elegante contestación a su rival momentáneamente boquiabierto.
No, no se puede rendir. Tampoco es volver a empezar. Tiene que seguir dándolo todo de si, y aprender a decir que no. Es algo que sigue practicando.
No, no y no.
Y no te vas a rendir porque sabes que eso no te va. Rendirse está pasado de moda, y tú, que sigues como una loca las últimas tendencias del panorama que nos rodea. Tu, que cuando no sabes algo lo preguntas para poder hablar de ello.
Si, sigue cultivándote, y que tus miedos no te frenen. Riégate de conocimientos y abónate de opiniones buenas.
Ese clavo. Nadie sabe de qué esta hecho el maldito, pero todo el mundo reconoce que está lleno de veneno.
Ese clavo no se puede quitar. Si lo extraes estas perdido. Te quedas vacío. Sientes que te falta algo. Ese algo te hace falta y lo tienes que superar.
El veneno te afecta lentamente, y sólo puedes combatirlo internamente.
Y no, no existen antídotos que poder suministrar. El antídoto es uno mismo.
Se encuentra mal o simplemente no se encuentra.
No se encuentra definitivamente.
Los que la conocen no la ven cuando la miran, y ella misma cuando se mira al espejo no sabe quien es.
Ella no es ella.
En estos momentos está dormida. Dormida por un veneno que no es mortal segregado por un clavo del cual nadie sabe el material.
La dolencia que le ocupa y no la deja salir de ese maldito lugar es un algo que mucha gente ha experimentado y de lo que no te puedes librar.
Era la segunda vez que dejaba todo atrás y empezaba de nuevo.
Otra vez le había salido mal.
Ahora sueña con despertar y empezar de nuevo, pero no sabe si lo conseguirá. Las otras veces fueron muy duras.
Oculta su tristeza con una sonrisa de oreja a oreja, pero le delata su cara cuando sus ojos miran para otro lado. Esa mirada ausente, que no da replica a la pregunta pertinente. Ni siquiera contesta a los ataques machistas que la rodean. Ella, que no es feminista, pero no se rinde ante el machismo. Que siempre tiene algo que decir, cuando lo requiere el momento, dejando con su elegante contestación a su rival momentáneamente boquiabierto.
No, no se puede rendir. Tampoco es volver a empezar. Tiene que seguir dándolo todo de si, y aprender a decir que no. Es algo que sigue practicando.
No, no y no.
Y no te vas a rendir porque sabes que eso no te va. Rendirse está pasado de moda, y tú, que sigues como una loca las últimas tendencias del panorama que nos rodea. Tu, que cuando no sabes algo lo preguntas para poder hablar de ello.
Si, sigue cultivándote, y que tus miedos no te frenen. Riégate de conocimientos y abónate de opiniones buenas.
Ese clavo. Nadie sabe de qué esta hecho el maldito, pero todo el mundo reconoce que está lleno de veneno.
Ese clavo no se puede quitar. Si lo extraes estas perdido. Te quedas vacío. Sientes que te falta algo. Ese algo te hace falta y lo tienes que superar.
El veneno te afecta lentamente, y sólo puedes combatirlo internamente.
Y no, no existen antídotos que poder suministrar. El antídoto es uno mismo.
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