domingo, 18 de mayo de 2008

PARANOIAS EN EL BUS.

Siempre me ha gustado mirar las nubes.
Estoy en el bus, camino de La Coru, y después de unos cuantos km de lluvias torrenciales parece que vamos en contra de la tormenta xq ha salido el solete. No es un sol cegador, pero da gustirrinín después de la semana tan gris que hemos tenido.
Os contaba que siempre me ha gustado mirar las nubes. Esas que son blancas y esponjosas, que cuando las ves tienes ganas de subir a un trampolín gigante y tirarte sobre ellas en plancha, xq si te tiras en plancha sobre las nubes seguro que no duele, no como en la piscina, que como lo hagas sales más rojo que una nécora y eres un nécora por tirarte en plancha. En fin, que cada vez que veo esas nubes de algodón de azúcar (a las que estoy viendo ahora sólo les falta el palito) me acuerdo de una viñeta súper típica de Snoopy y Carlitos mirando el cielo tirados en la hierba.
También me encantan esas tierras de cultivo recién segadas o las que son muy verdes, y con uno o dos arbolitos en el medio y medio tirando a un lado. Esos árboles me dan tranquilidad. Puede que sea xq “en el medio de la nada” de esos enormes campos encuentras un apoyo donde refugiarte a su sombra si tienes calor y la ayuda de su estructura si tienes frío o llueve.
Estoy viendo amapolas y unas flores lilas pequeñitas al borde de la carretera. Mira que son duras las amapolas. Aún alimentándose de toda la contaminación que la rodea al vivir en las lindes del camino que me lleva a casa, siguen estando abiertas y teniendo ese rojo tan brillante, ese rojo-amapola tan característico que tienen todas las personas que van al campo y se les ocurre la feliz idea de arrancar una. No, mal hecho, la amapola no te ha hecho nada, y su venganza es siempre una mancha que no se va ni con lejía (si tienes la suerte de que la prenda es blanca, ya que la vengativa flor manchará más cuanto más claro sea tu atuendo campestre)
Una de las cosas que puedes observar cuando vas en bus es a la gente que está por debajo de ti en el coche. Ahora las cosas están mucho mejor en cuanto a viajar se refiere, los coches de ahora son una maravilla y los niños van entretenidos con las consolas y los Dvd’s.
Este es el momento de contaros alguna historia de mi abuela. Ella era la bomba, y en cuanto a viajes se refiere… Tenía un 600 rojo, precioso y “tuneado” con un tapacubos rojo metalizado y plateado. Ella ahora sería una campeona de tetris de la leche, ya que llegaban a ir 2 adultos y 6 niños en el mini-coche colocados estratégicamente. 6 niños en un coche… había que entretenerlos de alguna manera. Para empezar, si tenía que adelantar a un autobús, les mandaba empujar, y los pobres, que se lo creían todo (entre ellos mi madre) empujaban con todas sus fuerzas el asiento del copiloto (eso si, el del copiloto, a mi abuela no la toques) hasta que lograban adelantar al bus. Otra era cuando atravesaban una carretera que cruzaba algún bosque típicamente gallego y mi tía Aurora les decía con voz siniestra (algo raro, ya que tiene una voz de pito que parece que se ha tragado un silbato) ¡SIÑENCIO NIÑOS, QUE POR AQUÍ HAY LOBOS! Y ellos callaban cual corderitos. Pero no es oro todo lo que reluce. Un día mi madre y mi tío José estaban esperando a mi abuela en el coche, y cómo se aburrían se pusieron a jugar en el asiento delantero. En cuanto divisaron a su madre, saltaron rápidamente al asiento de atrás. Mi abuela se subió y se dispuso a darle marcha a tras al coche por la cuesta para salir a la carretera principal, cuando de repente, el asiento se desencajó y quedó colgando del volante, y gritando “¡La Virgen! ¡Centellas Divinas! ¡Pero que hicist…! (típicas palabras “malsonantes” de mi abuelita) y haciendo el esfuerzo de su vida para poder alcanzar otra vez los pedales y no meterse en la leira del vecino. ¡Ay los niños, que ricos! habían dejado mal encajado el asiento.

5 comentarios:

Deivid C@w dijo...

Me ha gustado... Me ha gustado que nos cuentes la historia de las nubes, que suena bucólica, pero se agradece. Además la historia de tu abuela es graciosa.. ¡Cuántas cosas hacían las abuelas por nosotros! Ahora, cuando el tiempo pasa, nos damos cuenta de quiénes eran... Me siento abuelitooooo! :p

Anónimo dijo...

Reconozco esas sensaciones que describes. En mi caso, y dada mi procedencia, el paisaje es bastante diferente. Los campos son infinítamente más áridos que en en Galicia, si bien Andalucía te sorprende en sus sierras con grandes extensiones de encinas y olivos. Si hay algo que noto diferente de mi tierra es la luz. Allí la luz es diferente, más intensa.
Por último, una sensación creo que se te ha olvidado apuntar y que creo que percibirás al llegar a tu tierra (al igual que me ocurre a mi cuando llego a Málaga) es el olor del mar. Creo que no hay nada indiscutiblemente más identificativo de cuando vuelvo a casa.
Felicidades por la entrada.

Anónimo dijo...

Cuando empezó a oler a mar... Ya no podía escribir. En el momento en el que sientes ese olor es como estar ya tumbada en el salón de casa... Es una sensación que no se puede explicar, y empiezas a dar vueltas en el asiento del bus como si te picara... Necesitas bajar y correr por la arena.
Ya he llegado a Madrid, mañana os veo.
Biquiños

Anónimo dijo...

Bueno, pues yo soy de Madrid, gato total, así que cuando vuelvo a mi casa disfruto del aroma del alquitrán, el humo de los coches, y las preciosas vistas de los edificios cada vez más altos, grises y feos.
Normalmente me siento feliz de ser de donde soy, pero leyendo vuestros relatos tengo que confesar que siento un poquito de envidia. Me encanta Madrid, pero cada vez que salgo me quedo boquiabierto con la forma de expresarse que tiene nuestra querida madre Naturaleza en campos, bosques, montañas,... No cambiaría Madrid por ningún sitio, sin embargo, cuando recuerdo los lugares que he visitado (afortunadamente unos pocos) siento nostalgia como si fueran míos de toda la vida... Creo que viviré toda mi vida en Madrid, y al mismo tiempo, me sentiré habitante de todos los sitios bonitos donde he estado. En fin, que me permitáis que me sienta un poquito gallego, andaluz, extremeño,... pero un poquito más madrileño.

Anónimo dijo...

No te quito la razón en que Madrid tiene su punto, pero para que te sientas un poquito mejor, yo, galleguiña de pura cepa, te nombro Gallego de adopción.
Eres el primero al que le otorgo dicho título, los siguientes tendrán que pasar un prueba. :)
Espero que lo disfrutes.

Biquiños